05 septiembre 2006

Deportes de riesgo


Descenso de cañones, ala delta, parapente, submarinismo, rafting, puenting, paracaidismo, escalada, jumping, esquí extremo, todas estas actividades se encuadran dentro del genérico “deportes de riesgo”; ni que decir tiene que yo NUNCA he practicado, ni practicaré ni estos ni ningún otro tipo de deporte, siempre he dicho que si Dios o la genética hubiesen querido que yo nadara, corriera, saltara o volara de una forma desaforada no me habrían hecho persona sino delfín, lince, canguro o halcón (Lady Halcón qué buena película! lastima de la banda sonora) o cualquier otro animal de cualidades semejantes. La gente acostumbra a invertir una pasta gansa y un tiempo precioso en estos menesteres, ninguna objeción, cada cual es libre de “escojonciarse” como le venga en gana, sin embargo si lo que buscan es sensaciones extremas yo puedo proporcionarles una al alcance de todos los bolsillos y que se puede practicar mientras realizas una actividad tan cotidiana como es ir a trabajar, para practicarla se necesitan tres cosas básicas: tener coche (casi todo el mundo lo tiene o puedes ir de copiloto), necesidad ineludible de desplazarte (siempre nos vemos obligad@s a ir de un lado a otro) y vivir en Granada (con venir de vacaciones está resuelto). Una vez que contamos con estos tres requisitos sólo hay que atreverse a introducirse en la vorágine circulatoria de esta hermosa ciudad; l@s motoristas no respetan un semáforo ni aunque se lo mande el médico y circulan por las aceras como centauros del desierto (qué buenisisisisisima película!), se cuelan y recuelan por cualquier hueco que descubran por entre los coches y si se encuentran con un amig@ que también va en moto pues pegan le hebra y circulan en paralelo, quienes conducen un coche también pueden pararse en seco porque han divisado a alguien que conocen caminando por la acera y claro, es de mala educación pasar de largo sin intercambiar algunas frases; meterse por dirección prohibida, si las circunstancias de embotellamiento lo requieren, tampoco es inusual y no parece estar mal visto. Pero donde de verdad se llega al climax de las sensaciones fuertes es en las rotondas. ¡Oh Dios!, en horas punta entrar en una de ellas representa un subidón de adrenalina que debe ser semejante al que experimentan los toreros cuando esperan al toro a “porta gayola”, porque nunca sabes hacia donde se dirigen los diferentes tipos de vehículos a motor que circulan en su interior, cuando crees que van a continuar dentro resultan que van a salir y viceversa, mientras tanto tienes a l@s de detrás tocando el claxon, que parece que les han clavado la mano en él, y cada pitido resuena en tus oídos y parece que repitieran “cobarde, gallina, no tienes cojones de entrar” y entonces te envalentonas y te decides a soltar el freno y a pisar el acelerador y … cierras los ojos mientras piensas ¡qué sea lo que Dios quiera!, cuando abres los ojos ya estás dentro y en cuestión de segundos sabes que tendrás que volver a arriesgar tu vida para salir de allí si no quieres pasarte dando vueltas a la rotonda hasta el día del juicio final; una vez que has conseguido abandonar ese endemoniado lugar te relajas y una sonrisa de satisfacción ilumina tu cara, pero qué poco dura! delante de ti hay otra rotonda y así hasta cinco más, cuatro veces al día, de lunes a viernes desde el 15 de mayo de 2006. ¿Dónde carajo te quitan los puntos del carné?, aquí seguro que no porque de otro modo ya se lo habrían retirado al 75% o más de los conductores que practica el suicidio/asesinato por estas calles.
En fin esta es la actividad extrema que me toca practicar, en contra de mi voluntad, sin embargo Granada cuenta con el mejor antiestresante que jamás nadie puedo inventar, a saber, LAS CAÑAS CON TAPA.
PD: Me alegro de haberme reencontrado, gracias a este invento de la blog, con quienes pensaba que ya no estaban.

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