20 octubre 2006

Orígenes

Os dejo un pedacito de un libro que estoy leyendo:

Otros habrían hablado de “raíces”… Pero no es ése un vocabulario que yo use. No me guata la palabra “raíces”, y menos aún me gusta la imagen. Las raíces se entierran en el suelo, se retuercen entre el barro, prosperan en las tinieblas; tienen al árbol cautivo desde que nace y lo nutren a cambio de un chantaje: “¡Si te liberas, te mueres!”
A los árboles no les queda más remedio que resignarse, necesitan tener raíces; los hombres no. Respiramos la luz, codiciamos el cielo, y cuando nos hundimos en la tierra es para pudrirnos. La savia del suelo natal no nos entra por los pies para subirnos hasta la cabeza, los pies sólo nos sirven para andar. Lo único que nos importa son los caminos. (…) Nos prometen, nos trasportan, nos impulsan y, luego, nos abandonan. Y entonces nos morimos, igual que nacimos, a la vera de un camino que no habíamos escogido.
En contra de lo que sucede con los árboles, los caminos no brotan del suelo al azar de las sementeras. Tienen un origen, igual que nosotros. Un origen ilusorio, puesto que una carretera nunca empieza de verdad en sitio alguno; antes de la primera revuelta, algo más atrás, ya había otra revuelta, y otra más. Origen inaprensible, porque en cada encrucijada se han sumando otros caminos que procedían de otros orígenes. (Orígenes, Amin Maalouf)

12 octubre 2006

Amanece, que no es poco!

A las 7:30 suena el despertador del móvil, “La Internacional” como señal de alarma, por aquello de “Arriba parias de la tierra”, necesito recordarme a mi misma que no soy más que una curranta; maldigo a quien nos castigó con tener que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, el pan y el alquiler del piso y el coche y la gasolina para el coche y… y todo lo que nos han hecho creer que necesitamos para continuar esta pescadilla de consumo y trabajar para consumir y consumir sin fin, esta pescadilla que de una vez por todas podría dejar de morderse la cola y devorarse para siempre jamás. Pongo la radio, siempre la cadena SER, escucho las noticias locales, siempre lo mismo: los botellones, las obras de la ciudad, los engaños de los políticos, blablabla…. Miro por el balcón y contemplo durante unos segundos como amanece sobre la Alcazaba de la Alhambra, me reconforta porque ningún día de los 365 que llevo aquí es el mismo amanecer, siempre lo miro como si fuese el primero, siempre diferente, único. A la ducha que se hace tarde, pero antes meto el café con leche en el microondas, ese electrodoméstico, rebelde sin causa, con vida propia que unos días parece dispuesto a quemarme las entrañas y otros adopta la personalidad de la nevera y me deja la leche fría. En la ducha dejo que el agua caliente caiga sobre mi espalda que ya ha vuelto a recuperar ese crónico dolor que me abandonó cuando empecé mi año sabático; me visto mientras voy dándole sorbos a un café con leche que nunca termino. Todo listo. Después de pelearme con el tráfico llego al trabajo a pelearme con esos cafres cuya máxima es “Aquí siempre se ha hecho así”, ya ni cuento las horas que paso allí, cada día se alargan un poquito más. Ahora, que anochece cuando todavía debería ser de día, ahora que todo el mundo está recuperando su rutina, resulta más difícil quedar para tomar unas cervezas; llego a casa y me conecto a la red, elimino la multitud de mails inútiles que recibo, echo un vistazo a “El País.es”, ceno, leo y a la cama. Como dijo alguien: Por mucho que corras la realidad siempre te atrapa.
Hoy empiezo mis vacaciones, procuraré desconectar y descansar de todo incluso de mi misma, sobretodo de mi misma, no sé como se hace eso pero seguro que existe una forma para no escucharse, para no sentirse, para no verse. En fin….que me voy a Cádiz unos días: La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero. Cuando vuelva os cuento.

06 octubre 2006

El minibus

Ya os comenté la peculiaridad del bonobús de 9 viajes, pero nada os he dicho sobre los “autobuseros”, en concreto quiero hablaros de aquellos que conducen los minibuses que circulan por el Albayzín. Como el barrio tiene una orografía y un trazado urbanístico muy peculiares, es imposible que los grandes autobuses urbanos pasen por sus calles, así que una flotilla de minibuses recorre una y otra vez este laberinto de callejuelas y cuestas empedradas. Los conductores de autobuses en general componen una fauna peculiar en todas las ciudades del mundo mundial, son tan peculiares como las cajeras del DIA%, ¿quién no ha gozado alguna vez con su incomparable e imponderable dulzura? Muchas veces me he preguntado cuáles son los criterios de selección usados por esta cadena de cutremercados, debe ser algo así como: Imprescindible no tener experiencia, carencia total y absoluta de amabilidad y presencia desaliñada, se valorará un alto grado de desprecio por el cliente, al cual nunca se le dará la razón. Pero a lo que iba, los conductores de los minibuses. Algunos conducen de una forma tan endiablada que tienes la sensación de que en la siguiente revuelta vas a aparecer en el comedor de una casa: Hola buenas tardes, qué aproveche y perdonen las molestias. Los botes son constantes, si estás de pie das con la cabeza en el techo, si estás sentada te destrozas las almorranas. Los turistas se lo pasan en grande, ya sabemos lo boba que se vuelve la gente cuando está de vacaciones en una ciudad que no es la suya, la infantilidad les sale a borbotones por los poros, hace y dice cosas que no se atrevería en su vida cotidiana, pierde la vergüenza y cuando el minibús recorre el Albayzín bamboleándose sin control gritan y ríen y aplauden pidiendo más acción, el momento culminante llega cuando entra en la cuesta de la Lona, a la izquierda se puede contemplar toda la vega de Granada, una vista realmente bonita, pero ellos ni caso, esperan con la respiración contenida a que el autobusero suelte el freno y se inicie la caída en picado, como en una montaña rusa, el alborozo es general; luego, cuando se acerca al cruce con la cuesta de Alhacaba frena para girar inmediatamente a la izquierda y bajar otra vez a toda velocidad y al llegar a puerta Elvira todo vuelve a la normalidad, la gente ríe y comenta lo divertido que ha sido, todos menos quienes usamos con cierta asiduidad este transporte, ya que nuestra meta es llegar a destino sin haber echado la papa y sin ningún moratón. Claro que no todos los conductores son iguales, hace unos días me encontré con uno que era la amabilidad y la calma personificadas, los turista se quedaron un poco decepcionados, parece que se ha corrido la voz y todos quieren probar la subida de adrenalina que produce el minibús del Albayzín, sin embargo no lo consiguieron. Después de bajar la cuesta de la Lona el bus giró hacia la izquierda y si a alguien le quedaba la esperanza de hacer una bajada de vértigo en ese tramo la perdió al instante cuando el conductor paró, nada más girar, ante una pequeña tienda, de esas como las de antes en las que encontrabas de todo, el dueño del local salió con una bolsa que entregó al conductor y esté le pagó, ante la sorpresa de los pasajeros nos explicó que era su bocadillo, que para qué traérselo de casa si allí, por un buen precio, lo podía tener recién hecho; entre unos y otros explicamos a los turista extranjeros qué estaba pasando y el conductor fue muy aplaudido. Tranquilamente fue comiéndose su bocadillo mientras anunciaba cual era la siguiente parada y explicaba qué cosas de interés había por los alrededores. Estas cosas sólo pasan en Granada.

Para terminar: creo que mi clavel se mosqueó por lo que escribí de él y ha echado una hermosa flor, con tal de llevarme la contraria estas plantas mías son capaces de convertir mi apartamento en la selva negra.