09 enero 2007

De escayolas y gafas

Cuando era pequeña había dos cosas que deseaba con vehemencia: usar gafas y ponerme una escayola.
Lo de llevar escayola era algo realmente alucinante, todo el mundo te preguntaba qué te había ocurrido, te convertías en protagonista de todos los corrillos donde relatabas las apasionantes circunstancias en que se produjo la caída que provocó la rotura de tu pierna o brazo. Yo, caerme me caí muchas veces, pero nunca con la suficiente aparatosidad como para merecer el premio de una escayola, mis caídas me producían rasguños, moratones y chichones carentes de glamour que como mucho merecía una simple tirita y la resignación de mi madre ante mi insistencia en que me colocase aunque fuese una venda que nunca conseguía. Con una vulgar tirita nadie te preguntaba, nadie te pedía escribir su nombre sobre ella. Afortunadamente, hoy soy consciente de ello, nunca tuve que llevar escayola y espero que así siga.
De pequeña pensaba que llevar gafas era sinónimo de ser inteligente; confirmación empírica: mi maestra, que lo fue desde 1º hasta 5º de EGB, era inteligente y llevaba gafas, ninguno de mis compañeros de clase llevaba gafas y por entonces yo no les presuponía la inteligencia, bueno si había una que las llevaba pero nunca dió muestras de una inteligencia especial. Tampoco en esto pude convencer a mi madre, a pesar de mis quejas y de los mil guiños que hacía para demostrarle lo mal que estaba de la vista, nunca me llevó al oculista, y es que las madres son muy listas como dice Manolito Gafotas: “Mi madre, que no trabaja en la CIA porque los de la CIA no la conocen; pero te juro que mi madre es cien mil veces mejor que James Bond y todos sus enemigos” Ahora soy yo la que no quiere ir al oculista; desde hace algún tiempo noto ciertas "deficiencias" en mi visión pero me empecino en negarme a admitir que debo usar gafas, todavía puedo resistir; hace unos días me arme de valor y entré en una óptica con la intención de que le echasen un vistazo a mi vista, cuando la chica se me acercó y me preguntó “¿Puedo ayudarte en algo?” en mi mente escuché “Si, quiero que me reviséis la vista”, pero de mi boca oí “No gracias, sólo estaba mirando las gafas de sol” y salí huyendo no fuese que aquella chica pudiese leer mi pensamiento. Ay! si esto me hubiese ocurrido cuando tanto lo deseaba.

4 comentarios:

elbuenaviador dijo...

Querida Pereza, la verdad es que tu entrada de hoy me ha encantado, pero debo agregar algo.
Yo sí tuve que llevar una escayola por culpa de una "caida", nada aparatosa por cierto.
Resulta que estábamos al lado del cementerio viejo el gamba, el willy, uno de los vástagos de cartucho y yo. Creo que veníamos de poner costillas, que eso le iba mucho al willy y al gamba, a pesar de que el padre de este último era el guarda del coto y seguramente estaría prohibido.
Resulta que "jugamos" a las peleas para ver quién tenía más fuerza de los tres.
Aún hoy sigo sin entender cómo yo le ganaba al willy, el willy al gamba y yo no podía con el gamba.
En una de ellas, eché la pierna hacia atrás y apoyé la tibia sobre un pedrusco...y créeme, en ese momento ví las estrellas. Un calambrazo recorría mi cuerpo, desde el dedo gordo del pie hasta la coronilla. Fue horrible.
Casualmente, estaba la tita Manolita tirando estiércol de la casa de las cabras y como no podían acarrearme, tiraron la mierda por allí en medio y me zamparon en el carrillo.
Así llegué a mi casa, de mi casa a la furgoneta del pan, de la furgonea a urgencias...y regresé a casa con una escayola hasta la ingle.
Mi madre preguntó escandalizada por el mastodóntico lastre que su hijo de 10 años habría de llevar durante 2 meses:
- "¿En la tibia está la rotura y la escayola hasta la ingle?"
El médico sentenció:
- "Así nos aseguramos de que el niño no mueva la pierna".
Tras dos meses la tibia soldó...pero fue experiencia suficiente como para que no quiera que se repita.
Y sí, era muy "cool" aquello de que el primer y el segundo día todo el mundo hablara de tí y fueran a visitarte, pero sólo los primeros días. Luego las visitas cesan y vuelves a clase como si no hubiera pasado nada.
¡Serán mamones!
Y gafas llevo, pero eso no me importa para nada, es más, si tuviera dinero me compraría muchas. Pero que no lo tenga no quiere decir que deje de mirar para seguir siendo merecidamente "gafitas cuatro ojos capitán de los piojos".
Besucos desde el aire.
Ah, tienes mi correo electrónico, envíame tu dirección postal en granada para mandarte un cd con algo de mi música.

Alvaro dijo...

Mi pequeña también decia que queria llevar gafas, hasta ahora, que desgraciadamente han tenido que ponerselas, y se ha dado cuenta de la pesadez que suponen. Con lo guapa que esta sin ellas (con ellas tambien, pero un poco menos). SI la vieras cuando sonrie... porque me da a mi que herederara la mirada de sonrisas de su madre

Palabrasalbapor dijo...

Mi querido Alvaro... ay como eres!

Yo también era así de pequeña, igual, igual. Y al final, llevé escayola (lo pasé fatal, llena de picores y molestias) y encima llevo muchos años siendo del sindicato del vidrio. Y lo odio. Odio mis gafas y mis lentillas. Pero veo que esto es común. Efectivamente, como dice Alvaro, mi hija también me pedia gafas, hasta que las ha tenido que llevar y tengo que estar todo el día detrás de ella para que se las ponga. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Muy bueno tu post.

Besos

Mambotaxi dijo...

Yo de pequeño estaba obsesionado por ir en silla de ruedas o llevar muletas. Si eso implicaba una o dos piernas escayoladas y algún que otro brazo, pues mejor.
Mi hermana una vez salió corriendo porque la perseguía un compañero de clase y no vió los escalones. 2 escayolas, una en cada brazo. Y yo lampando por tenerlas.
Mi primo también se tiró por una escalinata con un monopatín, y ala, pierna y brazo roto. Y yo deseando, pero nunca me pasaba nada.
Lo peor era cuando iba a casa de mi tía y enfrente había una ortopedia: me metía a escondidas y probaba todas y cada una de las sillas. Me encantaban aquellas que tenían un agujerito y una escupidera debajo, las veía como lo más en cuanto a comodidad, no tenías ni que preocuparte de ir al baño...
Saludos, te acabo de descubrir y me ha gustado mucho tu entrada.